Biometría, ¿Seguridad o Privacidad?
Móviles con desbloqueo táctil, desbloqueo facial de dispositivos, fichajes en empresa con solo mirar a un sensor, cámaras de seguridad con posibilidad de identificar sujetos, hace pocos años nos parecía algo futurista, sólo apto para películas de ciencia ficción, pero a día de hoy todas esas acciones se están son parte de nuestra vida cotidiana gracias a la biometría.
La biometría es un conjunto de procesos informáticos mecánicos y estadísticos que permiten elaborar un análisis de los rasgos o la conducta de una persona con el fin de autentificar o verificar su identidad.
A día de hoy, los avances en biometría permiten la identificación de sujetos de manera rápida y sencilla de varias formas, la más popular sigue siendo el uso de la huella dactilar que, actualmente, se utiliza para desbloquear incluso dispositivos móviles. Pero sin duda, la que suscita un mayor interés entre los usuarios es la “detección facial”. Esta faceta de la biometría se ha implementado también como método de desbloqueo de algunos dispositivos móviles a través de su cámara frontal (la que utilizamos para realizar “selfies”).
Pero, ¿Cómo surge la biometría?
Pese a lo que pueda parecer, el origen de la biometría es algo histórico. Ya en el antiguo Egipto se tomaban ciertas medidas humanas para llevar a cabo un registro (antropometría) de los ciudadanos. Así mismo, en China durante el siglo XIV se usaba un sistema de identificación utilizando la palma de la mano sobre papel con tinta, tal y como lo hacemos actualmente para algunos certificados.
Los avances más importantes en el campo de la biometría (hasta nuestros días) se llevaron a cabo en dos periodos. El primero de ellos fue a principios del siglo XIX en París, donde un jefe de policía empezó a realizar fichas de delincuentes tomando datos y medidas de sus cabezas y marcas o tatuajes que pudiese tener. El segundo periodo importante fueron las décadas de los 70-80, en las cuales el FBI comienza a archivar las huellas dactilares de los ciudadanos de EEUU y a utilizarlas como sistema de identificación policial. Otro hecho destacable en este último periodo es el uso de lectores de huellas como herramienta para fichar en las empresas.
¿En qué punto encontramos a la biometría en la actualidad?
La biometría ha seguido su evolución con fechas destacadas en nuestra historia que, necesariamente, han influido en su historia. Una de ellas fue el 11-S, este hecho que cambió el mundo, también influyó en la manera en que los gobiernos aplican dispositivos de seguridad. Debido a este suceso, se han desarrollado tecnologías de identificación a través de la biometría que garantizan en la medida de lo posible la seguridad de los ciudadanos.
Por ejemplo, gracias a los sistemas de biometrización automática podemos detectar a un sujeto entre la multitud simplemente con una cámara de seguridad. Esto, que parece algo cinematográfico, se puso en práctica en la realidad durante una final de la Champions League en el estado de Cardiff hace unos años.
De este modo, podremos, en un futuro no muy lejano, encontrar también usos de control de accesos lógicos (sobre todo mediante biométrica del comportamiento del individuo), por ejemplo, sistemas informáticos, redes sociales, CMS, ERP y, en general cualquier control de acceso que, tradicionalmente, requiera de un sistema de seguridad.
Además, todos los sistemas de desbloqueo de móviles a través de la biometría, de los que hemos hablando anteriormente, hacen que su copia o reproducción, así como su acceso malintencionado, se vuelva compleja, con lo que, en teoría, se busca disminuir el robo y el plagio de estos aparatos.
Seguridad vs. Privacidad
Esta implicación de la biometría con respecto a la seguridad ciudadana lleva intrínseca una pregunta ¿Dónde van a parar todos los datos que recoge la biometría? ¿Quién custodia esos datos? ¿Qué puede pasar con ellos? Es decir, entra en el sempiterno debate de la seguridad colectiva frente a la privacidad individual.
Si se trata de seguridad, todas las personas aceptarían que se vigile a los criminales o presuntos delincuentes con el fin de evitar que cometan algún tipo de delito. Pero, ¿qué ocurre con personas que no tienen ninguna implicación criminal y simplemente se invade su intimidad con el fin de identificarlos? La biometría, como casi todos los avances tecnológicos, puede ser utilizada con fines negativos pese a su origen y su desarrollo positivo. Por ejemplo, la biometría, hoy en día, es capaz de detectar posibles enfermedades vasculares mediante un análisis biométrico de las venas de una persona, pero ¿qué pasaría si estos datos fuesen utilizados por una empresa para evitar su contratación? O, sin ser tan mal intencionados ¿puede una empresa utilizar estos datos para intentar vender determinados productos a este sujeto?
Llevado al extremo, si se generasen datos del 100% de la población de un país y se aumentara el número de cámaras presentes en sus calles, la autoridad o el gobierno del mismo tendrían un control total de las personas, sabiendo dónde están y qué hacen en cada momento de manera directa y visual. Esto, en su máximo exponente, daría lugar a una sistema posiblemente totalitario basada en el control individualista de la sociedad a través de datos biométricos.
Otro de los puntos en los que la biometría genera debate es en torno al almacenamiento de esos datos. Si se usan y almacenan de manera correcta, se podría obtener una sociedad más segura donde delinquir fuese más complicado por el miedo que generaría la certeza a ser identificado. Sin embargo, todo dato informático es susceptible de ser víctima de un hackeo pasando a ser controlado por terceros con fines lucrativos afectando directamente a la privacidad del usuario.
Por tanto, para preservar un equilibrio entre lo que supone la seguridad colectiva o la privacidad del usuario, es necesario tener en cuenta diferentes consideraciones. La primera de ellas es una formación al usuario para que conozca los riegos y, sobre todo, se preocupe por dónde y de qué manera van a tratar sus datos biométricos. La segunda se trata de regular, de manera estricta (nuestro país tiene una de las legislaciones más duras de Europa al respecto), las normativas de tratamiento de datos personales, sobre todo globalmente. De este modo, se conseguiría un uso correcto de los datos biométricos así como los beneficios que genera, tanto individual como colectivamente.
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